Serendipias (III)

Mientras actuaba en una gira por Texas, en 1899, el actor canadiense Charles Prancis Coghlan enfermó en Galveston y murió. Estaba demasiado lejos (5.600 km, por mar) para enviar sus restos a su pueblo de la isla Prince Edward, en el golfo de San Lorenzo. Fue enterrado en un ataúd de plomo, en una tumba excavada en granito. Sus huesos habían descansado menos de un año cuando el gran huracán de septiembre de 1900 azotó la isla de Galveston, inundando el cementerio. La tumba sufrió graves daños y el ataúd de Coghlan flotó hasta el golfo de México. Lentamente, derivó por la costa de Florida hacia el Atlántico, donde la corriente del Golfo lo arrastró hacia el Norte.

Pasaron ocho años. Un día de octubre de 1908, unos pescadores de la isla Prince Edward vieron un cajón alargado y estropeado por la intemperie flotar cerca de la costa. El cuerpo de Coghlan había vuelto a casa. Con respeto y temor, sus paisanos isleños enterraron al actor en la iglesia más próxima, donde había sido bautizado.

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