Una de las leyendas urbanas más famosas es la que dice que si te pones delante de un espejo de noche y a oscuras en un cuarto de baño con tres velas encendidas, e invocas a Verónica diciendo su nombre tres veces (una por cada vela) aparecerá reflejado en el espejo la fecha de tu muerte en el vaho producido por las velas, o en otras versiones aparecerá Verónica para clavarte un cuchillo en el corazón. En Estados Unidos la leyenda varía y lo que hay que decir ante el espejo es Bloody Mary.
Existen diferentes versiones del origen de esta leyenda urbana. Una de ellas es la siguiente:
Carolina y Verónica eran dos jóvenes novicias de un convento, el cual, actualmente, es un colegio de Primaria y Secundaria.
Estas jóvenes habían sido amigas desde la infancia y juntas habían decidido convertirse en religiosas. Durante el último año de sus estudios se celebró en el convento una pequeña convivencia religiosa en la que participaron las otras congregaciones de la comarca. De una de ellas procedía un joven que había sido criado por los monjes debido a que su madre lo abandonó, este joven era bastante atractivo y Carolina se enamoró de él a pesar de sus votos.
Por otro lado Verónica también se enamoró de él, pero lo mantuvo en secreto hasta que una noche Carolina fue a buscarla y la encontró en la habitación del joven acostándose con él. Carolina salió corriendo de la habitación gritando sin darle tiempo a Verónica de explicar que había renunciado a la vida religiosa y había decidido casarse con el joven. Al ver que era imposible que Carolina atendiera a razones decidió acostarse y que ya hablaría con ella por la mañana. Pero esa mañana nunca llegaría para ella.
Por la noche Carolina cogió las tijeras que usaban en los talleres de costura, las cuales estaban atadas a un lazo rojo para poderse colgar del cuello y así no perderlas. Esta se dirigió sigilosamente hacia el cuarto donde se hallaba Verónica durmiendo, se acercó a la cama, levantó las tijeras abiertas y se las clavó a Verónica en el pecho al mismo tiempo que esta gritaba su nombre. Asustada por lo que había hecho, Carolina cogió el cuerpo de Verónica y lo enterró en el huerto del convento con las tijeras todavía clavadas en el pecho.
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