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ANTONIO GALA

 

BIOGRAFIA

Nacido en 1930 en Brazatortas (Ciudad Real), fue premio Adonais de poesía de 1959, con Enemigo íntimo, obtuvo el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca en 1963, por Los verdes campos del Edén y consiguió el Premio Planeta, en 1990, por su primera novela, El manuscrito carmesí.
La obra teatral de Gala es muy amplia y ha gozado más de los favores del público que de una parte de la crítica. Esto ha podido deberse a la dificultad de clasificar su teatro; ni hay en él sólo crítica social ni tampoco trata de complacer a la burguesía acomodaticia, sino que construye una obra lírica y épica con una gran carga alegórica para que el público establezca las conexiones con la realidad más próxima o lejana que su imaginación le permita. Entre sus obras de más éxito pueden citarse Anillos para una dama (1973), ¿Por qué corres, Ulises? (1975), Petra Regalada (1980), Samarkanda (1985), Carmen Carmen (1988) y La truhana (1992).
Su llegada a la novela fue tardía, pero con un éxito de público arrollador. A El manuscrito carmesí, han seguido, La pasión turca (1993) Más allá del jardín (1995) y La regla de tres (1996). Prosa es también su libro El águila bicéfala (1994), una colección de artículos sobre el amor.
Toda la trayectoria literaria de Gala está marcada por temas de tipo histórico, que utiliza más para iluminar el presente que para ahondar en el pasado. Ha escrito también guiones televisivos, como la serie "Paisajes con figuras", que se editaron en 1985; artículos periodísticos, entre los que destacan la serie publicada en El País, "Charlas con Troylo", e incluso el texto de la ópera, Cristobal Colón (1992).


Era invierno, llegaste y fué verano.
Cuando llegue el verano verdadero,
¿qué será de nosotros?
¿Quién calentará el aire
más que Agosto y que Julio?
Tengo miedo
de este error de los meses que has traido.
¿Quién es nuestro aliado: Tú o yo?
Cuando llegue el verano
quizá el aire esté frío...
Era invierno y llegaste.


Tú me abandonarás en primavera,
cuando sangre la dicha en los granados
y el secadero, de ojos asombrados,
presienta la cosecha venidera.

Crecerá el olivo de la carretera
ya en su ramo los frutos verdeados.
Verterá por maizales y sembrados
el milagro su alegre revolera.

Tú me abandonarás. Y tan labriega
clareará la tarde en el ejido,
que penaré: "Es el día lo que llega".

Tú me abandonarás sin hacer ruido,
mientras mi corazón salpica y juega
sin darse cuenta de que ya te has ido.

A PIE VAN MIS SUSPIROS

A pié van mis suspiros
camino de mi bien.

Antes de que ellos lleguen
yo llegaré.

Mi corazón con alas
mis suspiros a pié.

Abierta ten la puerta
y abierta el alma ten.

Antes de que ellos lleguen
yo llegaré.

Mi corazón con alas
mis suspiros a pié.

Está dormido junto a mí,
pero ya no es el que era.
Se fue lejos y yo
más lejos. Acaso tomé en sueños
mi mano, mas ya vaga por el mundo de los muertos,
por otro mundo de otros muertos.
Entretanto yo me fumo un cigarrillo
y escribo éstos renglones.
No es lo que era,
sus ojos no deslumbran.
Respira y no me quema.
Su cuerpo es una ropa a medio usar.
Yo gritaría, lo llamaría a voces,
lo arrastraría a mi lado...
No obstante, ¿para qué?
Erige la deshora
su cristal frío entre los labios,
y hace caer las altas torres presentidas. 
¿Será posible despertar?
¿Será imposible sustituir la palabra que no acaba de arder?.
Despertaría y habría que preguntarse:
¿Dónde estoy?
¿Esta es mi casa, estos hombros son míos y estas mis manos?
¿Qué se hicieron los sueños en el que el amor duraba,
y estábamos despiertos y soñábamos,
y era todo evidente
como los ojos de un niño pequeño? 

Ahora ya sí estoy solo.
hay gestos que no deben repetirse.
Vuelvo a pensar en ti
pero no voy a ti, y no vienes tú a mí,
enemigo íntimo,
ni escucho tu voz entre las cosas,
deslizándose igual que un ancho río
inmune y confortante...
Un cuerpo duerme indiferente al lado mío
y un alma duerme indiferente dentro de mí.
Sin pesar ya y sin gozo.

ALHAMBRA (TESTAMENTO ANDALUZ)

Contra la llama, sólo la llama.
Contra el agua, la flor del arrayán.
Bajo los artesones constelados
pronunciaste mi nombre.
Repítelo. "Todo está mal". Repítelo.
"Es malo todo". Repite tú mi nombre.

Contra mi llama, sólo tu llama.
Se debate el amor, crepita, rasga, esquiva,
muerde, se encrespa
lo mismo que un cachorro
del que ignoramos si juega o nos devora...

Tu voz me dá la fuerza
contra la fuerza. Nómbrame y viviremos.
Necesaria es la muerte;
necesarios los dioses despreciables.
Pero si tú me nombras...
Ah, si tú me nombraras...

PLAYA DE "EL PALO"

Aún eres mío, porque no te tuve.
Cuánto tardan , sin ti,
las olas en pasar ...

Cuando el amor comienza, hay un momento
en que Dios se sorprende
de haber urdido algo tan hermoso.

Entonces se inaugura
- entre el fulgor y el júbilo -
el mundo nuevamente,
y pedir lo imposible
no es pedir demasiado.

Fue a la vera del mar, a medianoche.
Supe que estaba Dios,
y que la arena y tú
y el mar y yo y la luna
éramos Dios. Y lo adoré.

MÁLAGA

Por encima del hombro de la dicha
yo aceché la llegada
de otra dicha mayor.
Perdí el hoy y el mañana:
tú no vuelves dos veces.

Debió satisfacerme
tu disfraz de mancebo,
o debí adivinarte -divina adivinanza-
y asirte de las alas, entonces no visibles,
para que no te fueras, por encima del hombro.

Nadie mojaba el aire
tanto como mis ojos.
Me decías: "¿Trabajas?"
Me decías: "¿Ya es hora del té?"

Y yo no te decía: "Te amo";
no te decía:
"Eres todo lo que tengo";
no te decía:
"Eres la única rosa en la que caben
todas las primaveras".

Me decías: "Adiós, hasta mañana".
O me decías:
"¿Necesitas algo?".

Y yo no te decía:
"Me estoy muriendo
de amor ... Me estoy muriendo".

Nadie mojaba el aire
como yo.


Vivo dolor y manso el de no verte.
Vivo dolor en que la mano amiga
sus sufrimientos, como Ruth, espiga
en el trigal de Booz junto a la muerte.

Voy persiguiendo el sueño de tenerte,
y este vuelo tendido me fatiga,
que soy pájaro preso entre la liga
del anhelarte y del desmerecerse.

Vivo dolor y manso este que tengo
escondido en el arca de alianza:
venturoso y quemante realengo.

Porque tanta dulzura hay en su lanza,
que del vivo dolor manso me vengo
besándolo por toda mi venganza.

Busca el amante introducirse en
El oculto recinto del amado
Para salir del suyo y olvidarse.
Busca otra soledad y no la encuentra,
Porque es la soledad el amor mismo
Disfrazado de carne y de caricia,
Alzando su clamor en el desierto.
Nada puede librarnos
De este ajeno enemigo,
Sino la luminosa muerte, donce
El fuego nos asume, recupéranos
La quietud y en el silencio se hunden
Las promesas de eterno amor. La muerte,
Cuya serenidad
Detiene la aventura enardecida
O el sonánbulo intento
Del que ama. La muerte, cuya cera
No se funde al ardor de los abrazos.

A borbotones entra
Mayo por la ventana:
La tarde de pies malvas, el ruidoso
Bienestar de los pájaros,
El bisbiseo de los paseantes,
Una afilada voz que llama a otra
Y el luminoso sí de la respuesta.
Se encontrarán. Se tomarán las manos ...
Se han tomado las manos ...
"Todo está bién. Todo está bién.
Mayo es una alameda.
Los nombres de las calles son jacintos
Si los dice tu boca ..."
El alma de la fuente
Canta, camisa abajo, por el pecho
Inexpresivo de los colegiales ...
Y a borbotones entra
Mayo por la ventana, olor y vida,
Mientras yo me pregunto
Para qué en voz muy baja.

Alargaba la mano y te tocaba.
Te tocaba: rozaba tu frontera,
El suave sitio donde tú terminas,
Sólo míos el aire y mi ternura.
Tú moras en lugares indecibles,
Indescifrable mar, lejana luz
Que no puede apresarse.
Te me escapabas, de cristal y aroma,
Por el aire, que entraba y que salía,
Dueño de ti por dentro. Y yo quedaba fuera,
En el dintel de siempre, prisionero
De la celda exterior.

La libertad
Hubiera sido herir tu pensamiento,
Trasponer el umbral de tu mirada,
Ser tú, ser tú de otra manera. Abrirte,
Como una flor, la infancia, y aspirar
Su esencia y devorarla. Hacer
Comunes humo y piedra. Revocar
El mandato de ser. Entrar. Entrarnos
Uno en el otro. Trasponer los últimos
Límites. Reunirnos ...

Alargaba la mano y te tocaba.
Tú mirabas la luz y la gavilla.
Eras luz y gavilla, plenitud
En ti mismo, rotundo como el mundo.
Caricias no valían, ni cuchillos,
Ni cálidas mareas. Tú, allí, a solas,
Sonriente apartado, eterno tú.
Y yo, eterno, apartado, sonriente,
Remitiéndote pactos inservibles,
Alianzas de cera.
Todo estuvo
De nuestra parte, pero
Cuál era nuestra parte, el punto
De coincidencia, el tacto
Que pudo ser llamado solo nuestro.

Una voz en la calle , llama y otra
Le responde. Dos manos se entrelazan.
Uno en otro los labios se acomodan;
Los cuerpos se acomodan. Abril clásico,
Se abate, amparador de los encuentros.
¿Esto era amor? La soledad no sabe
qué responder: persiste, tiembla, anhela
destruirse. Impaciente
se derrama en las manos ofrecidad.
Una voz en la calle ... Cuánto olor,
Cuánto escenario para nada. Miro
Tus ojos. Yo miro los ojos tuyos ;
Tú, los míos: ¿esto se llama amor?

Permanecemos. Sí, permanecemos
No indiferentes, pero diferentes. Somos
Tú y yo: los dos, desde la orilla
De la corriente, solos, desvalidos,
La piel alzada como un muro, solos
Tú y yo, sin fuerza ya, sin esperanza.
Idénticos en todo,
Sólo en amor distintos.
La tristeza, sedosa, nos envuelve
Como una niebla: ése es el lazo único;
Ésa la patria en que nos encontramos.

Inmóvil esta luz
 se rezaga sobre el jardín.
Cansada y no marchita
  retorna a las constelaciones de las que descendía.
    Sobre nosotros caerá lo oscuro en vano,
     porque el sol, al acecho en su cubil,
      maquina la venganza.

          El Manuscrito Carmesí

 Pero a ella ninguna es comparable. Ese es su mérito. No es
         cuestión del tamaño y el fulgor de los ojos, ni de la lisura
         de la tez, ni de la carnosidad de los labios, ni de cualquier
         otra perfección. Sólo viéndola puede comprenderse. Es como un
         palacio, cuya fachada es tan hermosa que uno no aspira a lle-
         gar más que al umbral, y se queda ante ella perplejo y des-
         lumbrado, satisfecho de que lo dejen estar allí, casi saciado
         ya. Se necesita habituarse, a lo largo de días y días, para
         acomodar nuestros ojos a su luz. Y nadie que no sea el más
         poderoso puede arriesgarse a entrar.

El Manuscrito Carmesí

¿Quién cerrará estos ojos, esta boca, esta carne?
     Nadie se librará del postrer día, ni del luto.
  La luz se aleja, pero
la vida y tú permanecéis.
      Cuando muera la luz, grita mi nombre.
    Mi nombre y tú ya estáis
   a salvo en el jardín:
            fuera del tiempo, su maleficio no os perturbará.

El Manuscrito Carmesí

Cuando la espada del amor conquista el alma de un
amante, un  millar  de amantes  deponen  sus vidas
sagradas en agradecimiento.

El Manuscrito Carmesí

 Hoy evoco colores que no sé donde vi, ni qué los sustentaba:
    vagos azules, verdes incipientes, rosas ya decaídos; son como
       los colores de un antiguo amor, de una vida ya exhausta, de un
       breve día pasado. Evoco colores tan difusos como el aroma de
       un jazmín marchito -¿y quién puede evocar un aroma?-, tan 
indescifrables y móviles como la sombra de una nube por tierra
        o el reflejo de una cara en una alberca.

El Manuscrito Carmesí

NO POR AMOR

No por amor, no por tristeza,
no por la nueva soledad:
porque he olvidado ya tus ojos
hoy tengo ganas de llorar.

Se va a vida deshaciendo
y renaciendo sin cesar:
la ola del mar que nos salpica
no sabemos si viene o va.

La mañana teje su manto
que la noche destejerá.
Al corazón nunca le importa
quién se fue sino quién vendrá.

Tu eres mi vida y yo sabía
que eras mi vida de verdad,
pero te fuiste y estoy vivo.
y todo empieza una vez más.

Cuando llegaste estaba escrito
entre tus ojos el final..
Hoy he olvidado ya tus ojos
y tengo ganas de llorar..